La escritora vanguardista de origen francés, Anaïs Nin, cuya búsqueda fue la exploración del erotismo y de libertad, se ganaba la vida en la década de los 40 del siglo XX escribiendo cuentos eróticos por encargo de un cliente anónimo que se hacía llamar “el coleccionista”. Estos escritos tenían sólo una exigencia de estilo por parte de él: “Déjese de poesía y de descripciones no relacionadas con el sexo”. Nin, indignada y a modo de dimisión, responde con una exquisita carta –que bien merece ser leída completa–, finalizando con la siguiente máxima: “Sólo el pálpito al unísono del sexo y el corazón puede crear éxtasis.”, acuñando así una nueva definición de erotismo.
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