La escritora vanguardista de origen francés, Anaïs Nin, cuya búsqueda fue la exploración del erotismo y de libertad, se ganaba la vida en la década de los 40 del siglo XX escribiendo cuentos eróticos por encargo de un cliente anónimo que se hacía llamar “el coleccionista”. Estos escritos tenían sólo una exigencia de estilo por parte de él: “Déjese de poesía y de descripciones no relacionadas con el sexo”. Nin, indignada y a modo de dimisión, responde con una exquisita carta –que bien merece ser leída completa–, finalizando con la siguiente máxima: “Sólo el pálpito al unísono del sexo y el corazón puede crear éxtasis.”, acuñando así una nueva definición de erotismo.
Desde una vereda aparentemente distinta del quehacer humano, el filósofo, filólogo, teólogo y doctor en Sagrada Escritura, el español Víctor Morla, durante una conferencia del año 2014 sobre el “Cantar de los Cantares”, defiende férreamente la interpretación literal –o sea, erótica– del texto bíblico,
descartando la alegórica. En su discurso sostiene que en este libro, reconocido como una de las cumbres universales de la lírica amorosa existe una disciplina intrínseca al deseo erótico
predominante en el texto. Afirma que “el deseo no se convierte jamás en posesión o imposición”. Luego continúa: “La sabiduría del Eros genuino está en la convicción de que solo la felicidad y el placer del otro me hace a mí feliz. El respeto y la disponibilidad transforman el sexo en Eros creativo y maduro.”
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